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Inmadurez

Según de lo que se trate, inmadurez refiere a aquello que aún no está en su punto óptimo. Si hablamos de un fruto inmaduro, será aquel que no es apto para el consumo porque no ha llegado a la madurez.

De raíz latina, el término inmadurez significa “que no se ha desarrollado completamente“. Está compuesto por el prefijo in que es la negación, y maturus que significa “maduro, bueno, en sazón, que se produce a tiempo”. Por lo que la inmadurez es la ausencia de madurez.

La inmadurez de un fruto hace que no sea apto para el consumo.

Cuando nos referimos a una persona, la inmadurez refleja que las capacidades alcanzadas en un momento determinado (sean psicomotrices, afectivas o intelectuales) no guardan relación con el momento cronológico correspondiente.

La inmadurez tiene relación con una actitud infantil en la vida adulta, es decir que la persona no ha llegado a término en el desarrollo de algunas o todas sus capacidades como ser humano, sean afectivas, cognitivas, conductuales, físicas o cualquier otra.

Para determinar dicha madurez se tiene como referencia un patrón predeterminado o modelo tipo para cada franja etaria. Por ejemplo un bebé que ha alcanzado la madurez adecuada a los tres meses de vida aproximadamente, podrá sostener su cabeza sin ayuda, conforme a los patrones pediátricos universales.

La inmadurez puede advertirse en todas las etapas de la vida, ya sea un niño que aún duerme con los padres a los diez años, o un adulto de 35 que aún no abandonó la casa paterna manteniendo una conducta adolescente.

Para la Psicología, la falta de madurez refiere a un bajo desarrollo de los mecanismos que regulan las emociones, la tolerancia a la frustración y la responsabilidad hacia los demás.

La persona inmadura muestra una hipersensibilidad en la relación con el otro, reaccionando emocionalmente de forma excesiva ante la negativa de satisfacer sus demandas.

Entre sus reacciones son comunes la ira y la agresividad, como así también el desvalimiento y la victimización. Esta forma de relacionarse muestra, en ambos casos, la incapacidad del sujeto inmaduro para vincularse como un adulto.

El sujeto inmaduro no acepta la obligación hacia el otro de compartir las gratificaciones y la posesión de la verdad. No puede representarse al otro ni verlo como un sujeto de necesidades, sino que espera que los otros se comporten con una adultez omnipotente que él mismo no puede representarse para sí mismo.

El esquema de interpretación del mundo en la persona inmadura tiene poca flexibilidad, y gran dificultad para comprender la necesidad de negociación. Por ello la inmadurez trae como consecuencia problemas de relación en los ámbitos sentimentales y familiares.

Para superar la inmadurez es importante enfocarse en el desarrollo de la propia identidad y en los patrones vinculares con los demás, a sabiendas que lo que subyace es el miedo, la inseguridad y las vivencias de incapacidad.

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