La puntualidad es la actitud que genera la conducta de llegar en el tiempo justo al lugar adecuado. Es un hábito que indica responsabilidad y compromiso con el cumplimiento de las obligaciones.
La autoimposición de disciplinas para cumplir puntualmente con citas de trabajo, compromisos de oficina, reuniones de familiares o amigos, tareas para entregar, entrevistas institucionales o simplemente de algún club, es necesaria e importante para impartir a nuestra personalidad un carácter y orden que nos permitirán ser merecedores, por parte de los demás, de confianza.
La ausencia de control en la organización del tiempo refleja otro tipo de desórdenes, faltas y perezas. Primeramente, no ser puntuales expresa la falta de respeto por la organización y el tiempo del otro.
Pero además, significa un deterioro de la imagen y confiabilidad de la persona impuntual, ya que no se pude depositar la confianza en alguien que regularmente se retrasa y nunca se sabe si llegará a tiempo.
El planeamiento organizado de las actividades permite optimizar los tiempos y alcanzar la puntualidad, fijando de antemano el tiempo que requerirá cada tarea y cumpliendo los plazos aunque el trabajo final no esté terminado.
Llegar tarde a clases por priorizar la charla con amigos, o demorarse en la sobremesa y llegar tarde a la oficina son sólo algunos ejemplos de actividades que elegimos de acuerdo a nuestras preferencias, dejando de lado las obligaciones y cayendo en la informalidad.
Ser puntual implica tener conciencia de la importancia del otro, y ofrecer nuestra palabra de puntualidad debe ser una garantía de cumplimiento.
Algunos creen que llegar tarde les permite distinguirse como si esto fuera un valor, llamando la atención con pretextos y justificaciones agotadoras.
Establecer las prioridades y darle importancia a los compromisos, entendiendo que se requiere de voluntad para cambiar, un esfuerzo extra y una actitud de consideración por los demás.
