El egocentrismo es la característica que define a las personas egocéntricas, es decir a aquellas personas que se autoproclaman superiores a las demás. Se consideran el centro de atención del mundo, se sienten especiales y más importantes que el resto de las personas. Los egocéntricos piensan constantemente en sí mismos y creen que sus opiniones e intereses están por encima de los de los demás.
El término egocentrismo deriva del latín ego, que significa yo. El ego es la estima desmedida que alguien siente por sí mismo. La persona egocéntrica vive por y para sí, sólo le interesa la satisfacción de su ego. No tiene empatía para ponerse en el lugar de otra persona, pues para ello debería “quitarse primero sus zapatos para poder ponerse en los zapatos de los demás”. Es característico del egocentrismo el desinterés por la felicidad ajena, aún y principalmente la de sus amigos.
El egocéntrico se considera infalible, muestra una alta autoestima y seguridad que sólo son aparentes, una fachada o mecanismo de defensa para proteger su inseguridad y soledad. Por ello necesitan sentirse admirados y adulados permanentemente por su entorno. Son déspotas y manipuladores en sus relaciones familiares; les cuesta establecer y mantener amistades; no aceptan las críticas porque atentan contra su inseguridad oculta, y al creerse especiales menosprecian y consideran inferiores a los demás.
El egocentrismo hace un culto al yo, exaltando en forma exacerbada su propia personalidad y sus logros para convertirlos en el centro de atención del entorno con el que interactúa. El pensamiento egocéntrico está convencido de que sus ideas, pensamientos, intereses y opiniones son mucho más destacables que las de los demás sujetos, aún si la realidad demuestra lo contrario. Una característica notable del egocentrismo es el desprecio por sus pares.
La personalidad egocéntrica es muy fácil de reconocer en la sociedad, pues es aquella que intenta destacarse constantemente en un grupo y convertirse en el centro de la reunión.
