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El orgullo es un sustantivo que no tiene una definición absoluta, ni una categorización definitiva. Según la forma en que sea utilizado, tendrá una connnotación positiva o negativa, aunque es muy común que el término sea asociado a la soberbia y a la arrogancia.

La psicología ha definido al orgullo positivo como autoestima o autoconfianza, seguridad del sujeto en sí mismo que le permite afrontar las adversidades de la vida y enfrentar obstáculos que le posibiliten alcanzar sus proyectos o desafíos.

El orgullo positivo es indispensable para afirmar nuestra autonomía.

El orgullo positivo es indispensable para sentirnos seguros, valorarnos a nosotros mismos en la medida justa y llevar una vida equilibrada.

Sentir satisfacción por nuestra vida o por nuestras decisiones permite autoafirmarnos, dándonos motivación para emprender nuevos planes y desarrollar nuestra salud mental adaptándonos de forma activa a la realidad.

Sin embargo, hay una forma de orgullo con connotaciones negativas, y este tipo de orgullo es generador de conflictos. Se trata de la soberbia, el lado negativo del orgullo.

La soberbia es el exceso de estima hacia los propios méritos, lo que hace que la persona se crea superior a los demás. Este tipo de orgullo incapacita al sujeto para reconocer los propios errores, poniendo de manifiesto la carencia de humildad.

La humildad es una cualidad opuesta al orgullo, que permite adoptar una actitud flexible, abierta y receptiva para aprender.

La valoración de uno mismo por encima de los demás es una sobreestimación del yo que conduce a presumir de las ideas propias y de las propias cualidades, menospreciando las ajenas.

Sentirnos superiores nos lleva a compararnos con los demás, exponiendo involuntariamente un complejo de inferioridad por el que una y otra vez la persona tiene que demostrar, ante los demás y ante sí mismo, que tiene la razón, ostentando virtudes, méritos y logros complementando así el orgullo con vanidad.

Generalmente, el orgullo es portado por personas ideológicamente intolerantes, sin capacidad para escuchar las posturas ajenas, con escaso autorreconocimiento y gran resistencia al cambio de personal.

Se conducen con la convicción de que todo lo hacen bien. No suelen pedir perdón, no olvidan las ofensas y muestran una gran distancia emocional, lo que dificulta las relaciones interpersonales.

En la Biblia, la palabra orgullo aparece como una ilusión, como algo que no existe realmente, ya que por el orgullo nos adjudicamos una serie de virtudes que no poseemos ni adquirimos por nosotros mismos.

En el Antiguo Testamento de la Nueva Versión Internacional, el libro de Proverbios en su versículo 1 del capítulo 16 dice que “el hombre propone y Dios dispone“.

En el mismo capítulo 16 su versículo 2 dice que “a cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos”. Y en el 18 “al orgullo le sigue la destrucción, a la soberbia el fracaso“; en otra versión el versículo 18 dice “antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída el orgullo de espíritu”.

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