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Anfetaminas

Las anfetaminas son drogas que suelen utilizarse ilegalmente para potenciar el rendimiento y la concentración. Generalmente su presentación comercial es para ingerir por vía nasal, en comprimidos o cápsulas de colores, y también se expenden inyectables.

Son medicamentos que estimulan el sistema nervioso central, y suelen prescribirse para el déficit de atención, la narcolepsia (sueño de día) y la fatiga crónica, ya que provocan pérdida de apetito, de sueño, y desaparición del cansancio. Las anfetaminas generan dependencia, por lo que aún en pequeñas dosis, su automedicación es destructiva, ya que puede ser el comienzo de una adicción de la que no se puede salir.

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Las anfetaminas comenzaron a utilizarse en tiempos de la segunda guerra mundial, para disminuir el sueño y la fatiga en los soldados al tiempo que se los estimulaba para los combates.

El uso indiscriminado generó la creación de políticas rigurosas de control de su comercialización en los mercados.

Vulgarmente las anfetaminas son conocidas por el nombre de “pepas”, “levantadores” o “despertadores”, apodos que ponen de manifiesto su acción terapéutica.

Muchas veces usadas para tratamientos de adelgazamiento, es habitual que se utilicen las anfetaminas por sus efectos estimulantes.

Los estudiantes consumen la energía artificial de las anfetaminas para permanecer despiertos la mayor cantidad de horas posibles antes de un examen, los conductores de larga distancia para no dormirse durante sus viajes, los deportistas para obtener mejores rendimientos en las competencias.

Pero en todos los casos es una energía ficticia que demanda al organismo una sobreexigencia.

Entre sus efectos, además de la conducta de adicción, las anfetaminas producen aumento de la presión sanguínea, desconfianza, baja autoestima, inseguridad, conductas paranoides, fallos cardíacos, hemorragias, lesiones cerebrales.

La pérdida de apetito puede llevar a la desnutrición, y el síndrome de abstinencia provoca estados que van de la depresión (que lleva a consumir más droga para salir de esa situación), a la psicosis y manías persecutorias consecuentes del alto consumo.

Si el consumo de anfetaminas crece, se logra un aceleramiento peligroso de la vida, que obliga a recurrir a tranquilizantes nocturnos para conciliar el sueño, entrando en una cadena sin freno, en un círculo vicioso.

Una inyección en vena de anfetaminas, provoca en el adicto una excitación que lo puede mantener despierto por 5 días, para caer en un sueño profundo de 48 o más horas ininterrumpidas.

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