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La disnea, también llamada dificultad respiratoria, falta de aliento o falta de respiración, es una sensación subjetiva de falta de aire. La disnea es un síntoma puro, porque no es posible comprobarlo clínicamente ni observarlo en el terreno de las percepciones. Aún sin padecer una enfermedad, un leve ejercicio físico como subir escaleras, puede hacer sentir disnea a algunas personas.

En algunos casos, la dificultad respiratoria se puede presentar con sibilancias, que son un sonido similar a un chillido que se produce al exalar.

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Se produce disnea cuando la demanda de ventilación es desproporcionada en relación con la capacidad de respuesta del paciente a dicha demanda; como consecuencia, la respiración es incómoda, forzada o difícil.

La capacidad de respuesta reducida a las necesidades de ventilación se debe, por lo general, a una mecánica anormal del pulmón o de la pared torácica.

La causa más frecuente es la mayor resistencia de las vías aéreas, como se observa en el asma; o la rigidez de la pared torácica que se presenta en la cifoescoliosis.

Los pacientes neuróticos también pueden sentir disnea por un mecanismo de excesiva toma de conciencia del acto de respirar.

Entre los factores más frecuentes de disnea se encuentran: la enfermedad obstructiva pulmonar, la pulmonar intersticial y/o alveolar, la de la pared torácica o de los músculos respiratorios, los trastornos de la circulación, la neurosis de ansiedad o angustia, la histeria.

Por sus causas, la disnea se divide en respiratoria y cardíaca, mientras que por la posición corporal en que aparece se la clasifica en ortopnea (disnea de decúbito característica de la insuficiencia cardíaca), trepopnea (dificultad para respirar en ambos decúbitos laterales) y platipnea (posición de pie).

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